CAPITULO Nº 17 Pepe Buitrago, el cabañuelista murciano
Cuando la naturaleza te habla, lo hace con sabiduría. Puedes escucharla, y al oírla, quedarás satisfecho. Es como aprender un idioma extranjero: sencillo y difícil a la vez. Pero, una vez aprendido, ¡qué fácil resulta comprenderla!
Con sus colores, sus sonidos, sus olores… en toda su plenitud, la naturaleza es maravillosa. Es como una biblioteca viva, repleta de libros con imágenes animadas que comunican, instante tras instante, su evolución: por días, meses, estaciones, años, siglos.
Sus movimientos son frases; sus interpretaciones, versos; pura poesía. Una melodía profunda que nos acompaña en cada momento:
El amanecer con el canto de los pajarillos.
El atardecer que anuncia la floración de la primavera.
Los verdes trigales, que se mecen como olas en el mar.
Tantas y tantas lecciones a nuestro alcance…
Como el músico capta la melodía, como el pastor entiende a su rebaño, cada ser vivo tiene su función. Solo basta observar.
Cada letra forma una palabra, cada palabra un renglón, cada renglón una frase.
Y así, poco a poco, se aprende la lección.
En las aulas de la naturaleza, los ilustres cabañuelos salen graduados: con másteres, diplomas, y sobre todo, con el reconocimiento de haber sido verdaderos estudiantes de lo natural.
Son tantos los estudios, que no alcanza una vida para aprender lo inexplicable:
el poder de la física,
el saber de la ciencia,
la ingeniería de los envases del mundo natural.
Solo la experiencia es capaz de acumular tanta sabiduría. Y esa sabiduría, que brota de quienes realmente la poseen, nos llega a través de la gran maestra: la Naturaleza.
Ella nos complace y nos acerca a comprenderla de forma sencilla.
Sus lecciones dejan huella en todos los que se atreven a escucharla.
Espero haber contribuido, al menos un poco, con mis reflexiones. Os aseguro que mis estudios se basan en muchas de estas lecciones. Décadas de observación en todas sus fases me avalan.
Pepe Buitrago, el cabañuelo de Mula